🌄 Travesía de los Adoratorios en el Iztaccíhuatl.
- Aventuras Maximo
- hace 3 días
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Actualizado: hace 3 días
La Travesía de los Adoratorios en el Iztaccíhuatl es mucho más que una caminata: es un viaje hacia lo sagrado, un encuentro con la historia ancestral y una oportunidad de conexión con la naturaleza y contigo mismo.
Nuestra aventura comienza en el Parque Ecoturístico Dos Aguas, donde nos reunimos como equipo, ajustamos mochilas y compartimos las primeras sonrisas antes del ascenso. La emoción flota en el aire mientras el frío de la mañana nos llena de energía. Desde aquí nos adentramos por el Sendero del Caracol, un camino serpenteante que nos recuerda que la montaña nunca se conquista de golpe, sino paso a paso. El esfuerzo se compensa al llegar al Plan de la Cuesta, un paraje natural que nos regala el primer descanso y la sensación de que lo mejor aún está por venir.

Desde allí, el trayecto nos conduce hacia el mítico Árbol de la Bruja, un guardián del sendero que se alza retorcido y solitario, como si vigilara a cada caminante que se atreve a cruzar. Más adelante alcanzamos Nexcolango, un lugar de encuentro para los montañistas. Aquí las vistas del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl son espectaculares, y la energía del lugar invita a conversar, compartir historias y sentirnos parte de una gran comunidad de aventureros.


Pero la montaña también guarda espacios de silencio. Continuamos hacia Vaquerías, donde los senderos se vuelven solitarios y el bosque se viste de calma. Aquí no abundan los caminantes, solo se escuchan el crujir de las hojas, el viento acariciando los árboles y el propio latido del corazón. Es un tramo íntimo, un diálogo directo con la montaña.
El ascenso se vuelve más exigente cuando nos dirigimos hacia el Adoratorio El Solitario. Los pastizales altos nos rozan al pasar y los senderos se estrechan, exigiendo concentración y esfuerzo. De pronto, el bosque se abre y revela la imponente cabeza del Iztaccíhuatl y el volcán Teyolt, guardianes que nos anuncian que hemos llegado a un lugar especial. El Solitario se alza como un altar natural, cargado de energía, donde el silencio no es vacío, sino un eco sagrado que envuelve el alma.
Tras visitar ese sitio, seguimos nuestro camino hacia los imponentes Yautepemes, conocidos como los guardianes del Iztaccíhuatl. El sendero se alarga mientras el día se despide en tonos dorados y rojizos. Cuando la noche cae, acampamos bajo un cielo tan estrellado que parece un manto infinito. La montaña duerme a nuestro lado y el fuego de la fogata reúne al grupo en un momento de calma y fraternidad.
Antes de que el sol nazca, retomamos la marcha con la luz tenue de la madrugada. El terreno se vuelve pedregoso y desafiante, pero la recompensa es incomparable: el amanecer nos alcanza en plena ascensión al Adoratorio El Caracol. El cielo se enciende en naranjas y dorados, iluminando la Mujer Dormida como un templo de piedra y cielo. Llegar al Caracol es comprender su simbolismo ancestral, un punto sagrado alineado con la Laguna de Nahualac.
El descenso nos conduce de nuevo entre pastizales hasta que el bosque nos recibe otra vez. Finalmente alcanzamos la Laguna de Nahualac, el tercer adoratorio. El agua serena refleja el cielo y la montaña, creando un santuario natural donde el tiempo parece detenerse. Allí todo se une: el agua, la tierra y el espíritu.
Con el corazón lleno de memorias, iniciamos el retorno hacia Nexcolango y finalmente llegamos al Parque Ecoturístico Dos Aguas, cerrando el círculo de nuestra travesía. Entendemos entonces que la aventura no termina con el regreso: la montaña nos ha transformado. Nos llevamos la calma de Vaquerías, la energía del Solitario, la magia del Caracol y la serenidad de Nahualac, guardados como tesoros en el alma.

La Travesía de los Adoratorios en el Iztaccíhuatl no es solo una ruta de montaña, es un viaje hacia lo ancestral, hacia la historia y hacia uno mismo.
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